¡Acción!


Casi cualquier partida tiene un momento clave, un punto álgido en que se concentra la tensión y todo se acelera. Unas veces porque peligra la vida, otras porque se acerca una meta y todo pende de un hilo. En esos momentos tiene que hervir la sangre. Tienes, Evocador, que coger a los jugadores y llevártelos de calle. Que aumenten las pulsaciones, que busquen con ansia los dados. Se han de tejer planes a la velocidad de la luz, contar más que nunca con todos y apretar el gatillo sin pestañear. Que ninguno se quede por el camino, que todos se suban a la ola, que alcen el tono, fuerte, y que solo lo bajen al llegar la muerte.

¿Cómo?
Hay muchos trucos, tantos como mesas de juego, pero en mi casa jugamos así:

Pregunta, continuamente, cuando veas que decae alguno de los héroes: ¿Qué haces? di ¿Qué haces? y si vuelve a descolgarse dispara de nuevo un ¿Qué haces? de mayor calibre. Si aun así se congelan, enciéndeles una cuenta atrás: 5,4,3,2,1. ¿No actúa? pierde el turno y primer revés. Porque el tiempo pasa, las acciones se pierden y el mundo arrasa. Usa reveses certeros: un golpe que llega sin posibilidad defensa, la elección de un camino mediante tirada de dado o la lógica consecuente de mantenerse aparte. Pero sobretodo no bajes, no pares la ola, sube todo cuanto puedan, que sumidos como están en la cresta les cueste preocuparse de todo lo que tienen alrededor, lejos de los grilletes de las consecuencias.

Y se sucederán los golpes, avanzará la carrera y en medio de la histeria tomarán el mando. Será entonces, en la percusión de los corazones, cuando salga la garra y se tomen las decisiones que cambiarán el curso de toda la partida. En ese momento, allá en lo alto, debe haber música, vibración en toda la mesa, la sensación de jugársela a una carta y alcanzar el triunfo o que todo decaiga. Justo después...

Llega la calma.


Buen nervio y partida.

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