In nomine satanis

 

¿Si pudieras librar la eterna batalla del cielo contra el infierno; con quién irías? ¿Lo tienes claro?, luego hablamos...

De eso mismo va el In Nomine Satanis / Magna Veritas, un juego de rol francés que Joc Internacional publicó por estas tierras allá por el 1994; ángeles contra demonios en el planeta tierra actual. Alas contra cuernos en la misma calle por la que vas a por el pan. Pero nada de ponerse serio, que el jugo de este juego sabe a humor, humor negro, pero humor.

Para empezar, ni todos los demonios son tan profesionalmente crueles ni los ángeles tan preocupados por el bienestar del ser humano. Dentro de cada bando los Arcángeles o Príncipes Demonio, son los que dictan la forma de actuación de sus servidores, o al menos en eso andan, por lo que, tanto en un bando como en otro, tenemos el jaleo que asegura la sana mezcla de diversidad de opiniones, cerrazón de mollera y un porrón de poder elevado al cubo.

Los demonios suelen pensar que los humanos son seres debiluchos, bichejos inútiles que siguen vivos porque son los juguetes del de arriba; hay algo de celillos en todo esto, no nos vamos a engañar. Aun así, algunos Príncipes Demonio sienten debilidad por aquellos que despuntan en canallerías, corruptelas y demás habilidades Zen que a día de hoy no faltan.

Un demonio va a la tierra a tocar las narices y, sobretodo, a pasárselo bien. Que sí, que hay misiones y chorradas de esas; pero es un demonio, leñe, ¿qué se esperan que haga? Tanto poder y tanto sitio y personitas para gastarlo…

Lamentablemente hay individuos que se encargan de asegurar que todo se haga como toca, sin llamar demasiado la atención; se llaman demonios porque nacieron abajo, pero más bien son aguafiestas.

Los Ángeles respetan y protegen al ser humano como criaturas del Señor que son... sobretodo si van por el buen camino… bueno, si no van por ahí, tampoco hay que esforzarse mucho en protegerlos y si de una colleja se les parte una vértebra, pues mala suerte. Arriba también hay de todo, desde amantes de la paz y el amor, un tanto a su aire para el gusto general, hasta guardianes de la palabra del señor con la mano abierta, dispuestos a dejar las dos mejillas infladas.

Un Ángel va a la tierra para hacer el bien, ayudar a los humanos y al resto de criaturas del Señor, y dar una somanta de palos al mal. Intentar hacer todo esto, no llamar la atención y proteger a los inocentes sin desatar el armageddon ni pasarse más de la cuenta con algún “elemento” de la tabla periódica humana, hace que su labor sea mucho más difícil que la de sus vecinos de abajo. Vamos que tienen más mérito pero es que son los güenos; y eso del mérito a los de los cuernos se la trae al pairo.

Una vez establecidos los bandos, con las fichas bien definidas sobre el tablero; resulta que entre blancas y negras se nos jode la perfección simétrica y nos sale el gris. Hay Ángeles de parte de los demonios y viceversa, y los hay que, cansados de la fiesta de leches continua, se dedican a vivir a la suya; total, ya que van a recibir pues que sea por hacer lo que les dé la gana.

Existe por último algún bando extra, porque alguien se aburría y decidió meter entre los humanos a hechiceros y unos tipos con poderes llamados psi. Y, ya que éramos pocos, decidieron meter otro tipo de cornudos en el asunto y se trajeron al panteón vikingo; tal y como lo oyes. ¿Suena raro? Es In Nomine, ya te acostumbrarás. Personalmente pienso que los hechiceros y los psi (con cuentagotas) tienen un pase, por aquello de dejar a los humanos que toquen un poco las narices. Pero a los vikingos los prefiero en el Valhalla, porque o invitamos a todos los panteones o solo con el de los cuervos se nos queda tuerta la cosa.

Y así van dadas, ¿qué, tienes ganas de echar una partidita? Pues espera, que vamos con el sistema.

D666, dado de 666 para los profanos. Estamos ante el triunfo de lo temático sobre lo aritmético: ni tiene 666 caras ni está equilibrado ni hace campanas de gauss ni tiene excesivo bagaje de probabilidad, pero, se defiende, permite juguetear un poco con las puntuaciones y el crítico de los demonios es 666 y el de los ángeles 111; me encanta.

Los ángeles son más tochos que los demonios, pero tienen códigos éticos, morales y cosas de esas.

Los poderes de los personajes, otorgados por sus superiores, se hallan de forma aleatoria, con más o menos incidencia de azar, pero aleatoria. Y abarcan desde abrasar al personal, hasta un puesto de castañas en el centro de la ciudad, pasando por obtener de cobertura (lo de que son ángeles/demonios, es un secreto) ser un presentador de televisión o un monitor de clases de petanca en el imserso. Esos poderes pueden cambiar y el superior del personaje puede poner, quitar o regalarlos en función de cómo de bien o mal se haya portado el personaje; toda una oportunidad para el Director de juego de pasar un buen rato.

Y si tanto poder te aburre, si desplegar la ira divina o la mala baba infernal te parece un sinsabor, si eres de los de La Llamada y te va la guerra, tienes las reglas para llevar a un humano; si los de las alas tenían mérito, esto es para hacerte la ola.



Buena partida y arriba (o abajo) con ello!

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